Combustión espontánea humana II: El origen religioso del siglo XIX - Radiografía de la Conspiranoia

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dimarts, 29 de març del 2022

Combustión espontánea humana II: El origen religioso del siglo XIX

Dr. Ben Medicine Show

 

 

 

Se denomina “combustión humana espontánea” a la supuesta ignición del cuerpo de un individuo vivo, y en mucha menor medida recién muerto, que arda del interior al exterior (aunque esto último se pasa por alto en muchas ocasiones con la intención de aumentar las listas de las supuestas víctimas históricas de “combustión humana espontánea”. Este “fenómeno” se produciría sin ninguna causa aparente o fácilmente identificable, y en este punto como veremos, se esconde una de las trampas del concepto.


Pero partiré de un hecho en siglo XIX que catapulta la idea de la “combustión espontánea humana” a la categoría de fenómeno, aunque quizás sería más justo decir que más que un hecho acontecido, fueron muchos. A lo que me refiero es a que el escritor Charles Dickens escribió en 1852 una novela llamada “Bleack House”. Afirmó en el prólogo del libro que pretendía hacer especial hincapié en el aspecto más romántico de las relaciones familiares.

Un personaje de la novela (Krook), en un momento determinado, huele a azufre y finalmente muere de “combustión humana espontánea”. Esto fue muy controvertido en ese momento, y es que el siglo XIX vio el creciente triunfo de la cosmovisión científica, la cristalización de un fenómeno que desagradó a personas que seguían creyendo que tenían una visión heredada del siglo XVI. Pero inexorablemente, la ciudadanía de lugares como París, Londres o NewYork, vieron como la ciencia y la tecnología se daban la mano en un matrimonio que ya no se podría revertir. El XIX fue un siglo de enormes contrastes, quizás por su naturaleza revolucionaria, transformadora.

Muchos abrazaron con más fuerza las supersticiones y las creencias, con la esperanza de “resistir” el brutal envite del pensamiento crítico y racional que les arrancaba de esa visión “mágica”, que les empujaba a la inexorable realidad

Los escritores con inclinaciones científicas, así como los médicos y los propios científicos, rechazaron la “combustión humana espontánea” tratándola de leyenda o de superstición. Cuando se publicó el libro Bleack House que contenía la desaparición del personaje llamado Krook por efecto de combustión espontánea, el crítico literario George Henry Lewes acusó a Dickens de ratificar una creencia ignorante.


Dickens creía que la “combustión humana espontánea” era un fenómeno real, y citó muchos casos “documentados” (con una muy deficiente documentación, tanto que en la mayoría ni se sabe el nombre de la víctima, ni el lugar donde supuestamente ocurrieron los hechos), así como sus propios recuerdos de las investigaciones de los forenses a las que había asistido cuando era reportero (sobra comentar que en el siglo XIX no se tenían los conocimientos forenses de los que se dispone en la actualidad, por poner un ejemplo, el primer sistema de identificación por huella dactilar fecha de 1905 a cargo de Juan Vucetich). En el prefacio de la edición del libro de Bleak House, Dickens escribió: "No abandonaré los hechos hasta que no haya un testigo fiable de la Combustión Espontánea (humana) ". Sin embargo los testigos de este fenómeno siempre han sido raros, escasos y sesgados, cuando no inexistentes. Personas que hablan de terceros, o que relatan historias que les han relatado otros, sin contar los que hablan del fenómeno sin tener la formación necesaria para hacerlo, ya que implica conocimientos fe física, química, medicina, investigación criminal forense, etc …


Esto sumado a la edición que ya he comentado de 1809 del documento, The Philosophical Transactions of the Royal Society of London, from Their Commencement in 1665 to the Year 1800, habían creado un interés creciente por el fenómeno. Pero esto no debe verse como algo aislado, debe ponerse en contexto. En el siglo XIX, a la par que crecía la afección a todo lo científico y tecnológico, ya que daba resultados indiscutibles tanto a nivel de salud como de incremento de beneficios en los negocios, crecía una reacción supersticiosa que se sumergía en el pensamiento mágico. Esa reacción, catalizada en ingentes cantidades de sectas y grupos ocultistas que en el mejor de los casos terminaron por convertirse en discretos clubs de ocio para las clases burguesas adineradas, también se dió en el ámbito religioso, y el integrismo cristiano vió en este y otros fenómenos sobrenaturales, una oportunidad para “demostrar” la existencia de Dios con métodos de apariencia científica.


 

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Hernia_operation_(Reeve_000563),_National_Museum_of_Health_and_Medicine_(3298007705).jpg


 

 


La magia cambió, se vistió de ciencia, y surgieron las pseudociencias tal y como las conocemos hoy, una imitación de técnicas y métodos científicos, pero con la finalidad de afianzar ideas que pertenecen al pensamiento mágico. Así aparecieron personajes como Samuel Birley Rowbotham, el padre indiscutible del terraplanismo moderno, que pretendía demostrar la existencia de Dios, alegando que si la Biblia era un texto revelado y por ende decía la verdad, y si en el Génesis él interpretaba que en unos pasajes se decía que el mundo era plano (una interpretación muy, pero que muy libre del texto), si lograba demostrar que la tierra era plana, demostraría la existencia de Dios.


O también el caso de Franz Anton Mesmer, inventor del mesmerismo, al que la sociedad de la época prestó atención pues significaba la demostración de la “energía vital”, algo que se seguía intentando demostrar con enorme desesperación, ya que la energía vital era capaz de otorgar vida, era según el Antiguo Testamento, el aliento del mismo Dios, el Espíritu Santo, y demostrar su existencia equivaldría demostrar la existencia de Dios.

Esta idea de Mesmer no es ni mucho menos original, muchos brujos decían curar a distancia en la antigüedad con métodos de todo tipo. Aquí la diferencia radica en el origen del “poder” de curación. Decía Edricius Mohynus cuyas fechas de nacimiento y muerte son desconocidas con exactitud, fue presuntamente un fraile y escritor alemán del siglo XVII, que habría sido el autor del libro “The sympathetical powder of Edricius Mohynus of Eburo” en el que presenta como realizar supuestas curaciones a distancia y sin contacto con las zonas afectadas. Para ello sugería la “buena voluntad” del sanador y los “buenos pensamientos” ideas que recogería Mesmer para presentar su magnetismo animal. Según el libro, esas buenas voluntades, esos buenos pensamientos, agradaban mucho a Dios, así que de nuevo damos vueltas y vueltas sobre lo mismo.


La literatura relativa al Mesmerismo, tradicionalmente está plagada de alusiones a sectas ocultistas o de lo que fue dado en llamar New Age, como por ejemplo la Sociedad Teosófica, o un sinfín de sectas o individuos cristianos integristas, como Frank Podmore en su libro Mesmerism and Christian Science de 1909. Pomodore era un owenita, un colectivista o si se prefiere un socialista premarxista. Estas comunidades se parecían más a un grupo de menonitas o de amish que a un Kibutz israelí. Y es que hay que entender que fundamentalmente antes de Marx, existían muchos grupos que practicaban un socialismo religioso, en concreto cristiano. Uno de los grandes representantes de esta corriente y del owenismo, fue John Minter Morgan.


Todas estas ideas, rondan siempre lo mismo, se trata de demostrar que la Tierra es plana ya que así lo dice el Génesis y este está revelado por el propio Dios. Se trata de demostrar que las manifestaciones de la “energía” vital son ciertas, ya que esta fuerza mágica viene por supuesto de Dios. Y por la misma razón se trata de demostrar que por el cuerpo humano circula una fuerza, un poder, mal llamado “energía” tan poderoso y devastador, que puede provocar que arda un ser humano vivo, calcinando parte de su cuerpo, con unas consecuencias imposibles, ya que para eso está detrás la mano divina.


En realidad parece simple, no existe ni una sola prueba, ni un indicio, ni una sola evidencia de que la combustión espontánea humana sea un fenómeno real. Se trata más bien de una herramienta religiosa trasnochada que no encaja en la visión del mundo que se tiene en el siglo XXI.


Para relacionar el efecto mecha con todo lo dicho hasta ahora, se recurre a la idea de que el cuerpo humano tiene mucha “energía” almacenada en forma de grasa y tejidos. Aún comprendiendo el significado de todo esto, y asumiendo las concesiones necesarias, cabe aclarar que la energía no se almacena. Se transmite o disipa, y se transforma. La energía no fluye por canales concretos. Se transmite o disipa en un sistema, fundamentalmente en forma de calor y de vibraciones (de ondas).

 

 

 

Escucha el podcast de Radiografia de la conspiranoia. Temporada 1, capítulo 10. Uri Geller, superpoderes para doblar cubiertos:



 

Este es un podcast de Cesc Fortuny i Fabré, de divulgación académica y científica sobre las teorías de la conspiración, así como sectas, estafas y pseudociencias. También brinda información sobre ingeniería social, y como protegerse de ella.

Este capítulo trata sobre Uri Geller, y sus afirmaciones de que poseía superpoderes. También de como se le desenmascaró repetidas veces, y de como siguió, y de hecho sigue contando la misma historia. De la serie Estafas, bulos, FakeNews ...

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