A mediados de la década de los 90, corrió un texto por la aún precaria Internet conspiranoica, llamado genocide.txt que empezó a plantear las bases de lo que hoy conocemos como “Chemtrails” o estelas químicas. Según este escrito el rastro de vapor y humo que dejan los aviones y que llenan el cielo no serían estelas de condensación, sino que se trataría de un programa gubernamental de control de la población. Si se trataría de esterilización forzada o directamente de exterminio, no quedaba claro.
En parte el texto contenía una serie de e-mails extraídos de una lista de correo de temática conspiranoica llamada BIOWAR-L. La Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF) había publicado un informe de 1996 sobre un hipotético futuro programa de modificación del clima, a finales de la misma década la USAF fue acusada de rociar desde sus aviones a la población estadounidense con sustancias desconocidas, las supuestas pruebas serían unas misteriosas estelas con formas caprichosas y aparentemente imposibles.
En 1999 el periodista William Thomas presentó los testimonios de tres personas que denunciaban este fenómeno en el conocido programa de radio Coast to Coast AM presentado por Art Bell, locutor estadounidense especializado en temas paranormales.
A finales de la misma década el término empezó a popularizarse en Usenet, que es uno de los sistemas más antiguos de comunicaciones entre computadoras, y que permite a un usuario intercambiar opiniones y experiencias con otras personas interesadas en el mismo tema. Finalmente se extendió el término por el resto de Internet.
Esta conspiranoia tiene dos vertientes principales; la que asegura que hay aviones que fumigan para hacer enfermar a la población, y la que plantea que detrás hay un programa secreto de control del clima, como de hecho sigue sosteniendo a día de hoy el propio Thomas.
Las estelas de humo, de vapor y en definitiva todo rastro dejado por los aviones, fueron un problema común durante las incursiones aéreas en la II Guerra Mundial. Las estelas delataban la presencia de los aviones al enemigo desde muchos kilómetros de distancia. En 1999 Jay Reynolds de Veritas News Service relataba la controversia sobre la falacia de que los contrails (estelas reales dejadas por los aviones) no pudieran persistir durante horas.
A pesar de las estelas de condensación son un fenómeno conocido y muy estudiado, y de que estaríamos hablando de nubes lineales producidas por el escape del motor de un avión o por cambios en la presión del aire, por lo general a altitudes de crucero de varios kilómetros sobre la superficie de la Tierra, en una encuesta de carácter internacional, en 2011, casi el 17% de las personas preguntadas afirmaron creer en la existencia de un Programa Atmosférico Secreto a Gran Escala SLAP por sus siglas en inglés.
Los especialistas de la Universidad de California en Irvine (EE UU) Christine Shearer y Steven J. Davis, publicaron un artículo en la revista especializada Environmental Research Letters, donde los expertos subrayan que los supuestos argumentos y pruebas esgrimidos por los conspiranóicos se pueden explicar como nubes alargadas de tipo cirro o estelas de condensación de aviones, compuestas principalmente por agua en forma de cristales de hielo.
En el año 2000, varias agencias científicas de EEUU, entre ellas la NASA y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), publicaron un documento de seis páginas para desmentir la conspiranoia de los chemtrails. Desde entonces, la comunidad científica ha desdeñado esta hipótesis que requeriría de un gran número de personas de todo el mundo, organizadas para fumigar a la población en secreto.
Que las compañías aéreas de todo el mundo, los gobiernos, los científicos de diversas especialidades, pertenecientes a organizaciones públicas y privadas en todo el planeta, no reconozcan el fenómeno, debería ser suficiente para considerarlo un fraude, sobretodo si pensamos en que de mentir tantísimas personas, deberían mantener uno de los secretos mejor guardados de la historia. Esto sin contar con que se podría seguir la pista de los aviones que “nos rocían” y ver cuáles son, de dónde vienen y dónde van.
Si tenemos en cuenta que la atmósfera constituye un fenómeno altamente complejo que comprende vientos y turbulencias, los aviones vuelan a unos 10.000 metros de altitud, por lo que sería imposible saber en qué punto caería una sustancia emitida desde uno de ellos. De rociar a esas alturas productos químicos, sería imposible acertar ni remotamente a un objetivo concreto, ni con márgenes de error de muchos kilómetros cuadrados.
La población mundial se estima en unos 7.730 millones de personas, la cantidad de aparatos dedicados a esta tarea sería absurda, ¿Qué cantidad de aviones haría falta para que tuviera efecto sobre la población, fuera el que fuera?
No se conoce qué sustancias podrían producir esos efectos, tanto enfermedades, como un cambio significativo en el clima, tampoco se han medido ni hay publicaciones que lo prueben. No se han observado, a día de hoy, a pesar de que las ciudades están llenas de medidores de contaminación.
Se han llevado a cabo experimentos desde hace décadas sobre la modificación del clima de manera intencionada y controlada, pero con resultados negativos. El movimiento del aire junto al suelo es tan complejo, casi impredecible a pequeña escala, que es imposible de ajustar. El crecimiento de nubes a partir de cristales es un proceso conocido, pero solo se puede controlar en condiciones de laboratorio. De manera que resulta inverosímil que se trate de tecnología para la modificación artificial de las condiciones atmosféricas. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) y AEMET han publicado informes donde concluyen que, a día de hoy, no es posible realizarla de forma controlada.
Los informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), estiman el efecto de estas estelas sobre la radiación solar neta podría cambiar, pero el valor es tan pequeño que sería imperceptible. Estos resultados se refieren siempre a vuelos regulares, no deliberados para intentar provocar un descenso sistemático y apreciable de la radiación del sol a una escala climática. Tampoco olvidemos las emisiones de gases invernadero de esos aviones, que contribuyen al calentamiento. Es por esto que se concluye que estas estelas no pueden afectar a la cantidad de radiación que recibimos del Sol.
Imágenes extraídas de wikipedia.
Escucha el podcast Radiografia de la conspiranoia Temporada 2 - 2. Chemtrails:
Este es un podcast de Cesc Fortuny i Fabré, de divulgación académica y científica sobre las teorías de la conspiración, así como sectas, estafas y pseudociencias. También brinda información sobre ingeniería social, y como protegerse de ella.
Este capítulo trata sobre la conspiranoia llamada Chemtrails. De la serie Conspiranoia.
Voz para la presentación y la despedida: Marian Raméntol
Locución: Cesc Fortuny i Fabré
Música de la presentación y la despedida: "Tenencia ilícita de almas" K4RK4554
Música del podcast: "El meu nom fondejat als llavis de l'infern" O.D.I.
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Links del podcast:
- The Questions Book (House of Commons) Part 1: Written Questions for Answer on
Wednesday 2 November 2005
- Citizen concern lingers over aluminum in water
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- Base de artículos de Jay Reynolds
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